Este cuento fue escrito por Ana Alonso participando en un "Taller de Escritura", promovido y publicado en Psicofxp.com
Sin más preámbulos, aquí esta el cuento comentado y espero que les agrade tanto como a mi; la próxima semana continuaremos platicando sobre nuevos tips para desarrollar una operación de compra o venta de su propiedad en "Trato Directo"
La Casa del Árbol (Cuento)
Desde los primeros años de su infancia Javier tuvo un sueño que de alguna manera compartimos. Él soñaba con tener una casa en un árbol. Y a medida que pasaban los años, ese sueño nos permitió caminar de la mano cientos de veredas, mirando los mismos árboles. Él, buscando en la forma de los troncos el ángulo adecuado para ubicar su casa; yo, apreciando la textura de la corteza, las hojas amarillas que empezaban a desprenderse, o los brotes nuevos, anuncios de otra primavera.
Caminando, la charla hacía más cortas las distancias:
-¿ Y si lo planto ahora en el jardín, tardará mucho en crecer?- Sacábamos la cuenta. Diez centímetros en un año, medio metro a los dos...- Pero así es mucho tiempo, no puedo esperar tanto.
Entonces, cuando nos mudáramos. Elegiríamos una casa con un árbol en el fondo. El árbol sería firme y espacioso, apto para albergar su casa, y a su sombra pondría mis macetas, de un lado los helechos, del otro los rosales.
- ¿Y cuándo nos mudamos?
- No sé, Javier. Cuando se pueda. Ya veremos.- Pasaban las veredas y pasaban los años.
El sueño de Javier fue también compartido, o más bien le quitó el sueño a alguna gente de los alrededores. Y llegó a ser una pesadilla para ciertas señoras, comprensiblemente alarmadas por el peligro que representaban las maderas que Javier acarreaba hasta la rama más alta que podía del último árbol elegido.
La casa con el fondo nunca llegó, pero después de muchos intentos malogrados, y uniendo al fin sus fuerzas a las de otros ángeles endemoniados como él, en las últimas vacaciones de la escuela primaria Javier logró traer a la realidad su sueño sobre el viejo paraíso de una plazoleta.
-Tenés que venir a ver como está quedando!
Como caído del cielo, aparecía cada día un elemento nuevo al doblar cualquier esquina. El asiento de un auto; una vieja placa de aglomerado que haría de pared; chatarra descartada por otros, que al pasar por sus manos, tomaba la medida de su afán, y se adaptaba mágicamente a sus deseos.
- ¿No estás cansado, Javier? Pará un poquito! Volvé a tomar la leche!Y allá se iba Javier, transpirados los Rolling Stones de la remerita, cargando al hombro algún tablón, rumbo a la plazoleta.
Los padres aportamos, a veces un mantel o una cortina; a veces la inquietud, sopesando los riesgos.
Ya casi terminada, los entendidos dieron su opinión: era segura; fuerte como para aguantar un huracán, y a cuatro o cinco pibes, ahora ya versados carpinteros.
Javier pasaba allí las tardes martillando, y contando cuentos de terror al anochecer. Pero el verdadero terror, que no era cuento, seguía siendo el de los vecinos, que insistían en ver en el sueño de Javier un refugio para drogadictos y delincuentes; posibles violadores al acecho, dispuestos a saltar sobre las niñas del barrio con la complicidad de la noche. Y la Municipalidad, que no era una amenaza despreciable ya que en cualquier momento podía hacer sonar el despertador.
Nunca supimos bien de dónde vino el viento despiadado, más fuerte que un ciclón, capaz de tirar abajo tanto empeño, pero, días después, la casa que Javier había levantado con las fuerzas de su sueño amanecía desarmada en la vereda.
Y de aquél sueño sólo queda ahora una fotografía, y el consuelo de saber que habría sido mucho peor, una muerte más triste para un sueño, si Javier se hubiera aburrido de la casa del árbol y, abandonada, agonizara entre telarañas y tormentas.
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